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Libros para MaPis

Desde que la peque llegó a nuestras vidas, nos hemos dedicado a ampliar nuestras lecturas sobre crianza, desarrollo y niños en general. Sin embargo nunca he compartido un listado con algunos de los libros que más nos han tocado y creo que puede ser interesante hacerlo. Antes de que la leas te aviso, es una lista un tanto atípica, hay algunos libros y autores muy citados en el campo de la crianza y otros que a priori no tienen nada que ver y al mismo tiempo a nosotros nos han sido útiles para afrontar nuestra labor.

Aquí van nuestros libros para MaPis:

  • Montessori en casa, de Cristina Tévar. Es un libro corto y fácil de leer que te ayudará a conocer las bases de este maravilloso método y saber si es para tu familia. Si te gusta hay muchos otros libros para profundizar en el tema y multitud de páginas web. Si te suena a chino esto de Montessori te invito a leer esta entrada que publiqué hace tiempo para ir abriendo boca.
  • Dormir sin lágrimas, de Rosa Jové. Si tienes la desgracia de que tu bebé padezca el síndrome de la cuna con pinchos, si no se duerme ni en el coche, si los dos primeros meses dormía fenomenal y de pronto parece que quiere fastidiarte la existencia y no dejarte dormir más de dos horas cada noche, este libro puede ayudarte. La autora, entre otras cosas, cuenta cómo es y cómo evoluciona el sueño del lactante y nos hace reflexionar sobre cómo un mismo bebé puede ser insufrible (o no) para los padres según los horarios laborales de éstos últimos. Pendiente de esta autora tengo La crianza feliz.
  • Come, besa, ama, la trilogía del conocido pediatra Carlos González. Se trata de tres bonitos libros escritos por un hombre muy comprensivo con los niños. Mi niño no me come ayudará a quien lo lea a entender que el niño no es un saco sin fondo al que debamos hinchar a puré (ni a otras cosas); Mímame mucho donde el autor aboga por una crianza estrecha y amorosa y Un regalo para toda la vida alegato pro lactancia materna.
  • Moverse en libertad, de Emmi Pikler. Quizás pueda resultar un libro menos divulgativo que el resto, pero si te interesa conocer otras posibilidades a la hora de ayudar a tu peque en su desarrollo motor este libro está muy bien. Como contaba aquí, los niños no necesitan que un adulto les enseñe a sentarse o caminar, pueden llegar a hacerlo solos por imitación si acondicionamos el entorno y les estimulamos adecuadamente, de hecho no haciéndolo por ellos les estamos ayudando más.
  • El cerebro del niño explicado a los padres, de Álvaro Bilbao, nos ayudará a ponernos en la piel de nuestros pequeños, validar sus sentimientos y modificar nuestras actitudes para ayudar a que crezcan con menos miedos y más capaces de expresar sus sentimientos. La verdad es que da para pensar.
  • El discurso materno, de Laura Gutman puede hacernos reflexionar sobre cómo hablar a nuestra prole para no etiquetarles y evitar cargarles con pesos que no son suyos. De esta autora tengo pendiente en mi kindle La maternidad y el encuentro con la propia sombra y también me gustaría leer La familia ilustrada, del primero me han hablado muy bien y el segundo me llamó la atención cuando consulté la web de la autora, creo que debe ser un libro divertido y diferente sobre las aventuras y desventuras de las nuevas familias.
  • Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey. Yo he empezado a leerlo y llevo poquito, mi chico lo leyó hace un tiempo y le fascinó. Dice de él que es un libro que si lo comprendes te cambia porque te hace ver la vida de forma diferente, simplemente modificando algunos hábitos. Está en esta lista porque por lo que yo llevo leído, el autor era un padre dedicado y creo que las anécdotas que cuenta sobre cómo resolvieron sus dificultades familiares pueden ser de utilidad.
  • 1080 recetas de cocina. ¿Un libro de cocina aquí? Pues sí, porque creo que mucha gente no le dedica tiempo a la cocina. A muchos les resulta tediosa o creen que es difícil cuando realmente puedes hacer cosas buenísimas sin complicarte la vida. Creo que la cocina es un pilar fundamental de la salud porque como decía Hipócrates «Que tu medicina sea tu alimento y tu alimento, tu medicina». Especialmente si hay peques en casa una alimentación equilibrada debería ser algo primordial. «¿A caso le echas diésel a un coche de gasolina?» Cuando pregunto esto a mis pacientes siempre se ríen y la respuesta es constante «Por supuesto que no, se estropearía». Al mismo tiempo, cuando les explico que ciertos alimentos influyen negativamente en su alimentación no les resulta tan fácil de ver, por eso es tan importante educar desde pequeños los buenos hábitos alimentarios, siempre «es mejor prevenir que curar». Cito éste libro porque es mi recetario desde hace años, casi nunca hago una receta como describe Simone pero me sirve de base y me da ideas. Tiene además de las recetas, menús según la época del año y otras informaciones interesantes, me parece muy completo. En versión friki tengo Los sinsin se dan un homenaje, de Lisby Boisnard, la mujer de uno de mis maestros de osteopatía. Sus recetas se basan en la dieta hipotóxica del doctor Seignalet.

Seguro que tú tienes otros libros que te han ayudado a resolver dudas o te han dado ideas nuevas, si quieres dejar un comentario y compartirlos no lo dudes.

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Mi segundo vacío: el destete

Hacía mucho tiempo que esa opción rondaba mi cabeza, y eso que darle la teta a la peque es algo que me ha encantado siempre, quizás porque la primera semana fue más difícil de lo que habría querido, no lo sé, pero yo dándole teta era feliz. Nunca supe cuánto tiempo iba a darle de mamar, en mi ingenua cabeza pensaba que las tomas se irían espaciando hasta que ella perdiese por completo el interés, quizás con más tiempo hubiera ocurrido así, sin embargo, por motivos que ahora no vienen a cuento, decidí forzar el fin. Recuerdo que hace años me sorprendí cuando una compañera me contó que, por un tema médico, tenía que quitarle a la niña la toma que hacía antes de dormir, así, de repente. Su hija tendría algo más de dos años, ya solo hacía esa toma, pero a mí me chocó que aún mamase, fue la primera vez que alguien de mi entorno mantenía una lactancia «prolongada» y me lo contaba.

Cuando nuestra peque cumplió el año la gente empezó a preguntarme ¿Hasta cuándo? Cuando pasaron seis meses más la gama de preguntas se hizo más amplia: ¿Todavía le das teta? ¿No te muerde? ¿Pero aún te sale algo? Y mi favorita: ¿Eres de la liga de la leche? Por citar algunos ejemplos, todos ellos reales.

Creo que ante tanta insistencia externa en destetar a la peque yo me armé de obstinación y seguí adelante. Además, empecé a conocer más mujeres que estaban como yo, amamantando a pequeños andarines. Entonces la recomendación de la OMS de si es posible mantener la lactancia hasta los 2 años no me pareció tan difícil de alcanzar.

A los 2 años me entraron dudas, me pareció que reclamaba demasiada teta, era su droga que la calmaba y en plena efervescencia de la adolescencia infantil le ayudaba a sentirse segura. Seguimos adelante tratando de reconducir y no darle teta para curar berrinches o por haberse sentido frustrada ante alguna adversidad, sustituyéndola por brazos, abrazos, besos y mimos. Con unos dos años y medio, intenté dejar de darle por las noches porque de verdad yo necesitaba dormir más seguido, sin una duendecilla colgada de mí, y como ese era mi objetivo pero no acababa de conseguirlo la cambiamos de habitación. Ese fue nuestro primer vacío, sobre el que ya escribí aquí. Éste, el segundo, es sólo mío.

Sé que ya está preparada para dejar de tomar leche de mamá, que le vendrá bien que cambiemos la manera de relacionarnos, que encontrar consuelo en los abrazos y los besos que mamá o papá le demos será fenomenal. Además sé, que dejarle paso a papá será genial para los tres pero además es necesario. Es necesario que yo deje sitio a papá, para que la complicidad entre ellos sea mayor, últimamente nos dábamos cuenta que todo, especialmente cuando está de malhumor o cansada, tiene que hacerlo mamá: mamá tiene que cogerla en brazos, acompañarla a dormir, leerle un cuento, darle un vaso de agua,... y la situación empieza a hacernos daño. Me mandaron un dibujo de una plantita muerta con la leyenda: «Y murió la plantita de tanto que le daba agua… Y entendí que dar de más aunque sea algo bueno, no siempre es lo adecuado«. Ese dibujo y esa leyenda me abofetearon, trayéndome enseguida la cara de mi pequeña. Esa pequeña a la que tengo que dejar que se haga mayor y crezca, en todos los sentidos, porque como dice, Maite, una gran persona y terapeuta «nuestros niños no nos pertenecen». Debemos ser sus guías para crecer, para que exploten todo su potencial, pero debemos dejar que maduren a sus tiempos, lo contrario es entorpecer su desarrollo.

Hasta ahora la idea me rondaba la cabeza, pero siempre volvía a caer porque me daba pena. Ahora sé que destetarla es lo que su desarrollo necesita.

Desde que salió de la habitación de matrimonio venía haciendo unas tres tomas: desayuno, siesta y noche. Una vez que me decidí a forzar el destete pensé hacerlo a las bravas, quitarle las tres tomas, le expliqué que ya no iba a haber más teta porque no la necesitaba ya que se hace mayor. Llantos, mamá la necesitoooo. Le expliqué que mamá había decidido esto porque la quiero mucho y es lo que necesitamos. Mamá es quien cuida a la nena, la abraza, le da besos, le canta canciones, le lee cuentos, le hace cosquillas,… Y todo eso lo vamos a seguir haciendo, igual o incluso más si lo necesita. Entonces, mi pequeño pichón, cual mercader, me hizo una contraoferta que yo, con el pecho a rebosar ante tanto llanto, no pude rechazar: «mami, una semana más y ya está». ”Una semana más para ayudarte a conciliar el sueño por la noche y ya está, ¿vale?» Hicimos un trato y marcamos en el calendario el último día de teti.

Los primeros días se le olvidaba y me la pedía a medio día, a veces al desayuno, a veces por aburrimiento. Pero aceptaba mi negativa, era una especie de por si cuela. Tras cumplirse la semana de «despedida» me la ha pedido una o dos veces al día, para dormirse. También ha llorado a lágrima viva, como si le arrancase la piel a tiras, sin dejar que me acercase a ella, mirándome sin entender por qué le niego algo que sigue estando ahí. Debe pensar que tiene una madre horrible.

Como tenía bastante asociada la toma de la teta con el sueño, y sobre todo con la siesta, este momento está siendo complicado. No es una niña que se rinda al sueño con facilidad, más bien todo lo contrario. Por la noche, con ausencia de luz lo acepta más fácilmente pero dormir viendo un sol radiante y sin su teta ya es otro cantar. Como todo, con cariño y paciencia, pasará. Siguiéndola, queriéndola y entendiendo que por momentos se frustrará y no sabremos cómo hacer las paces, porque ambas, mamá y nena, tenemos que aprender otra manera de ser y estar.

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Nuestro primer vacío: dormir sola

Después de un tiempo pensando en la posibilidad de sacar a la peque de nuestra habitación, lo hicimos ya con sus 2 años y 7 meses. Nos dábamos cuenta de que a veces hacíamos ruidos al acostarnos y sobre todo al levantarnos, despertándola, robándole horas de sueño, y nos pareció que ya podía ser un buen momento para dar este paso. A mí me hubiera gustado que ella nos pidiese tener su habitación, igual que me pidió que no le pusiera el pañal una mañana cuando yo aún ni había creído que estuviera preparada, pero veíamos que este momento no llegaba y yo, egoístamente, necesito descansar más y recuperar algo de mi espacio ya que desde que ella nació no había dormido más de 6 horas seguidas. A veces creo que la cogía en sueños y la metía en nuestra cama, otras veces se subía ella sin pedir permiso…

La cosa es que ella no consideraba su habitación como suya ya que hace unos meses la abuela estuvo algunos días con nosotros en casa y durmió ahí y el resto del tiempo no hemos usamos ese cuarto para mucho. Su ropa y algunos juguetes estaban ahí pero su biblioteca está en el pasillo y el grueso de los juguetes en el salón, así que lo primero era conseguir despertar su interés hacia este espacio y así se nos ocurrió comprar una colcha nueva más acorde con sus gustos y recolocar un poco el cuarto. Tenemos una cama nido, en principio pensamos acostarla en la de abajo, pero finalmente decidimos echarla en la de arriba y sacar la otra cama por las noches en previsión a evitar daños si se cae de la cama. Así nos ahorramos lo de usar barreras. También transformamos su mueble cambiador (uno que compramos en el gigante sueco) en escritorio y pusimos una silla y un taburete (plegables, por si es necesario hacer sitio) para pintar con ella allí.

Las primeras noches colocamos un par de puntos de luz, uno en su cuarto y otro en el nuestro, luego pensé que uno era suficiente, y después de escuchar en este vídeo al cronobiólogo Juan Antonio Madrid Pérez me di cuenta que esa luz podía estar empeorando el sueño de los tres ya que la melatonina, hormona primordial para el buen desarrollo del sueño, disminuye en presencia de luz. Por lo tanto, eliminamos las luces.

Con las luces ella se levantaba en mitad de la noche y venía a nuestra cama. Sin ellas me llama. Hace unas noches la oí llamarme dos veces, pero no fui inmediatamente, esperé y dejó de llamarme sin más, sin llorar, nada. Imagino que me llamaba en sueños.

Ella no sé qué habrá ido pensando en estas semanas, para nosotros es como si se hubiera marchado un poquito. Parece que nuestra habitación fuera más grande ahora. Al principio nos resultaba extraña, y eso que últimamente ya no tenía cuna sino sólo un colchón sobre una alfombra pegado a mi lado de la cama. Cada vez que yo quería coger algo de la mesita de noche o meterme en la cama hacía alguna pequeña acrobacia para no pisar su colchón. Hasta ahora, ahora ya no es necesario, y cuando mis pies pisaban ese espacio los primeros días se encontraban extraños, como fuera de lugar, como pisando algo que no deberían pisar.

Mi pequeña, nuestra pequeña, se hace irremisiblemente mayor, y ésta es la primera vez que sentimos que se nos va un poquito, y supongo que nos da pena porque sabemos que es sólo la primera pero tenemos claro que no será la última. En unos meses empezará el cole y, por primera vez también, se quedará al cuidado de alguien que no es de la familia. Sabemos que son cambios necesarios para su desarrollo pero no por eso nos resultan menos difíciles.

Reflexiono sobre cómo hemos hecho este cambio y creo que ha sido bueno hacerlo así, progresivamente, tanto para ella como también para mí. Han pasado poco más de dos meses y ya llevamos varias noches que ha dormido 10 horas del tirón, así que como digo, ¡ganamos las dos!